sábado, 10 de octubre de 2009

BRECHA - 9 de Octubre - Alvaro Loureiro

LA SAGRADA INSTITUCIÓN

LOS PADRES TERRIBLES***
De Jean Cocteau. Dirigida por Alberto Zimberg. Con Roberto Bornes, Noelia Campo, Alicia Garateguy, Carla Moscatelli, Sergio Muñoz.

La familia tradicional crucificada en una comedia de costumbres que transita el grotesco y el más franco humor negro. Dirección y elenco excelentes.

Los padres terribles no son los únicos seres terribles en esta negra sátira de Jean Cocteau que, si bien comienza por presentar a un par de progenitores que simulan y engañan, dejan rápidamente en evidencia a la figura de una tía que a menudo muevo los hilos de la convivencia con aviesas intenciones. Perjudicado por los anteriores de manera directa resulta el hijo, histérico jovencito que , aparte de mantener una relación edípica con su madres, se enamora de una muchacha con pasado más bien oscuro y presente harto discutible. Artista múltiple, Cocteau adquiere en este texto las características de un moderno Moliere capaz de sacar a relucir el egoísmo y falsedad que pueden reinar en un hogar respetable, al cual se dedica a demoler con la ferocidad del caso, a pesar de que, de algún modo, luego de los citados destrozos, las apariencias de normalidad continúen dominando, según los códigos de una sociedad tan hipócrita como quienes integran la familia en cuestión.
Moralista a ultranza, Moliere concluía sus comedias con los consabidos bastonazos llamados a castigar a los culpables. Pero Cocteau, por su parte, es la platea la que debe establecer qué hacer y cómo terminar con situaciones similares a las que acaban de desfilar ante sus ojos. La risa de los asistentes, por lo pronto, pone al descubierto los malos pasos de todos y cada uno. En condenables sino también un sentimiento de reprobación casi automático.
Resuelta a desenmascarar las mentiras, escarmentar a quienes las pronuncian y corregir el comportamiento de un mundo en falta, la versión que dirige Alberto Zimberg recoge el guante que le arroja el caucásico francés y decide exponer los personas a escasos centímetros de sus jueces. La inspirada solución escenográfica diseñada por Claudia Schiaffino y Beatriz Martinez, amén de ostentar acolchados , almohadas y cojines como aguda imagen de otros tapujos y amortiguadores, le brinda a Zimberg la posibilidad de transformar el espacio con una velocidad que le permite aprovechar el ritmo casi vodevilesco de un acontecer sin pausas. El movimiento armoniza entonces con el tono sutilmente exagerado de una puesta destinada a bordear el ridículo- un enemigo terrible que acecha en la ficción al igual que en la realidad – que pone de manifiesto los excesos que allí tienen lugar. Movimiento y tono dependen finalmente de los cinco actores que Paula Villalba viste y adorna con pareja mordacidad. El pusilánime y engolado padre corre por cuenta de Roberto Bornes, mientras que la madre tan quejosa como calculadora recae en Alicia Garateguy, el inmaduro hijo único en Sergio Muñoz, la nada frágil enamorada en Noelia Campos, y la tía, una señora que haría lucir a Cruela Devil como la pobre Blancanieves, en Carla Moscatelli. Un quinteto de lujo al servicio de un fino trabajo de dirección cuya solitaria – y menuda – nota discordante radica en el innecesario prólogo mimado que precede la última parte.

Brecha, 9 de octubre, Alvaro Loureiro

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